El comidista del El Pais 15/03/2017
Las Maruxas de nata, unas deliciosas galletas como las de antes rescatadas del olvido por una gallega idealista, inauguran nuestra sección dedicada a productos que nos enamoran.
Raquel Piñeiro 15/03/2017 - 12:30 CET EL COMIDISTA. EL PAIS
Estrenamos nueva serie sobre productos artesanos que nos hayan emocionado por su calidad, por su sabor y por la historia que tienen detrás. No son artículos patrocinados, ni anuncios, ni las marcas nos han comprado con un sobre, un apartamento en Torrevieja o una yogurtera. Los sacamos porque nos sale del níspero, pero si quieres dar la chapa con que hacemos publicidad encubierta, abajo tienes los comentarios.
Conocí las galletas Maruxas de nata como se conocen hoy los nuevos restaurantes, las mascotas de los amigos y las futuras parejas: por una foto en Instagram. Hablaban de ellas en términos tan entusiastas que me faltó tiempo para probarlas. Es lo mínimo que puedes hacer cuando lees: “El mejor postre hasta la llegada de las Maruxas de nata. Una cosa muy loca de dos chicas que reformularon la granja familiar para hacer galletas con la leche de ‘vacas felices’ a las que ponen música y cepillan y tal. Todo marketing bio y eco, pero que han ganado decenas de premios de mejor producto del año y rollo chicas emprendedoras y demás. Y NADA SUPERA LO BIEN QUE SABEN”. Fue hacerlo y comprender los elogios superlativos: efectivamente, las Maruxas son una cosa loca de sabor y textura. No se parecen a nada similar que exista en el mercado, sólo a galletas de nata caseras… hechas con nata de la que no se encuentra en supermercados, ni en casi ningún sitio.
“Son las galletas de mi infancia, típicas de la zona de Ferrol. En Internet no había ningún dato sobre un producto igual comercializado en el mundo”, nos explica por teléfono Mercedes Guerreiro, al frente de las Maruxas. “Lo que sí había, y mucho, eran personas que comentaban en foros lo mucho que añoraban ese sabor. Aquello se hacía cuando la leche era leche de verdad, se repartía por las casas, se hervía y con la nata resultante se hacían gallegas, bizcochos, bollas de nata, y es que loqueábamos. Es un sabor que si lo pruebas te queda grabado. Antes de empezar el negocio hicimos una prueba en el horno de casa -salieron horrorosas-, pero sólo el olor te transportaba a la infancia, al hogar”.
La historia de las Maruxas lo tiene todo para atraer la atención de los medios: nacidas en la Granxa Maruxa de Monterroso, Lugo, elaboradas con nata de vacas que escuchan a Mozart y a Fangoria –Alaska llegó a amadrinar una de ellas–, estas galletas no tardaron en empezar a recibir premios nacionales e internacionales, tanto por la labor emprendedora que había detrás como por su sabor y calidad. El tema iba más allá de lo buenas que estaban: era fácil ver en ellas un símbolo del mundo rural que sobrevive contra viento y marea, el amor por las cosas bien hechas y los sabores que creíamos perdidos. Una historia que se vende sola.
En los últimos meses la situación ha cambiado respecto a lo descrito en la foto de Instagram por la que las conocí. Tras la ruptura de la relación de Mercedes y Marta, las galletas ya no se elaboran en la Granxa Maruxa sino en un polígono de Narón, en la Ferrolterra. Granja y galletas siguen existiendo, pero sin vinculación entre ellas.
La nata que da nombre a las Maruxas ya no es de las vacas melómanas, pero sigue procediendo de vacas gallegas que tienen el certificado ecológico acreditado por el CRAEGA (Consello Regulador de Agricultura Ecolóxica de Galicia). “Me volví loca para encontrar la nata adecuada”, confiesa Mercedes. “La que encontraba no tenía la grasa suficiente, era de un 14% o un 15%, y la que necesito pide como mínimo un 60% de materia grasa”. A los preocupados por esta cifra, en nuestra mano está controlar nuestro nivel de tragaldabismo. Los otros dos ingredientes, el azúcar de caña -también ecológico- de Brasil y Paraguay y la harina de trigo molida en molinos de piedra de Castilla y León -nos aseguran que al hacer la masa se nota la diferencia- se mantienen tal cual.
La combinación de esos tres únicos elementos es suficiente para llamar la atención de quien tenga oportunidad de probarlas. “No falla”, afirma Mercedes. “Son galletas que interrumpen conversaciones”. Fue gracias a visitar muchas ferias locales, “de aldea”, y a empezar regalando cajitas de 200 gramos en tiendas de su zona más cercana, como las Maruxas adquirieron el estatus que tienen hoy, cuando están a la venta en tiendas gourmet y especializadas en productos gallegos que de toda España (y acaban de empezar a venderse en un establecimiento de Toulouse). Al no utilizar distribuidores, el contacto con los puntos de venta es directo y continuo.
A sus 67 años, Mercedes tampoco es exactamente “una chica”, pero no está en sus planes retirarse del mundo galletil: “Me hice autónoma con 60 años y estoy encantada. Me apetecía muchísimo darle un cambio a mi vida y me horroriza estar parada; quiero seguir porque me apetece y por mis hijos”.
Hoy, en Maruxas de nata trabajan cuatro personas además de Mercedes. La masa se hace en una amasadora pero todo lo demás, desde la elaboración de las galletas pellizco a pellizco hasta el etiquetado se realiza a mano, por lo que no hay dos Maruxas iguales. Son la sencillez hecha dulce –su receta sólo consta de tres ingredientes- pero la constatación de que un producto único siempre acaba por abrirse camino. O en eso queremos creer.
Entre los objetivos de Mercedes está seguir creciendo -con el traslado a Narón la producción ha pasado de unos 40 a unos 100 kilos diarios- pero sin abandonar la elaboración artesanal del producto “Nuestra intención es asistir a ferias más importantes y ver hasta dónde podemos llegar sin mecanizar, porque no queremos que se pierda la esencia. Si tengo que contratar a más gente estaré encantada de hacerlo”, declara convencida.